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ORACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA VIRGEN INMACULADA EN LA PLAZA DE ESPAÑA 

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María
Lunes 8 de diciembre de 1986

 

1. “Beatam me dicent omnes generationes” (Lc 1, 48).

Así, Virgen Inmaculada, te llamamos dichosa todas las generaciones y todos los pueblos. Te llama dichosa esta ciudad de Roma, heredera de generaciones y de culturas; Roma, capital de los Apóstoles. Te llama dichosa todos los días, y hoy viene a esta insigne Plaza de España, para decírtelo de forma especial, para profesarte su amor y su veneración, Inmaculada Concepción, Madre de Dios.

2. El día de tu fiesta, esta solemnidad de la Madre del Redentor, que cae en tiempo de Adviento, es para nosotros especialmente elocuente y querida. ¡Qué cerca estás de Dios, Esclava del Señor! Cómo eres exaltada entre todas las hijas de esta tierra, Tú, que puedes decir más que nadie: «El Poderoso ha hecho obras grandes en mí; su nombre es santo» (Lc 1, 49). En estas palabras se expresa tu alma, la más sensible de todas las criaturas a lo santidad de Dios, la más sensible a esta infinita Majestad, que todo lo supera, y al mismo tiempo, a este infinito amor que lo abraza e impregna todo: Tu alma inmaculada, como ninguna otra, sensible al Poderoso y también a la cercanía ate Dios.

3. Enséñanos este misterio de tu corazón, enséñanos que Dios es todo, y que el universo ha surgido de la nada por obra de su voluntad creadora. Enséñanos a nosotros —hombres del siglo XX— que miramos cada vez más y exclusivamente lo que ha hecho el hombre: enséñanos y recuérdanos siempre que Aquel que ha hecho todas las cosas y las mantiene en su ser es antes que nada y sobre todo Dios, ¡Dios-Creador, Dios-Redentor, Dios-Espíritu, que da la vida!

¡Enséñalo! Enséñalo continuamente, para que no perdamos el sentido del equilibrio, para que veamos siempre todas las obras del hombre en este mundo a la luz del poder de Dios: del poder creador, redentor, salvador, para que las obras del hombre no se vuelvan contra el hombre, sino que sirvan al desarrollo de la verdad y del amor en nuestro mundo humano: y la verdad y el amor son de Dios. Enséñalo a nuestros jóvenes, a los muchachos y a las muchachas de hoy, para que ninguna sombra en su corazón ofusque la luz que Dios esparce en las dificultades de la vida. Enséñalo a los fieles de esta ciudad, que se preparan a celebrar el Sínodo diocesano: para que éste sea testimonio de caridad y fuerza de renovación en la verdad.

4. «Dichosa te llamarán, María, generaciones y pueblos, en muchos lugares de la tierra». Con el corazón estamos en este momento dondequiera que los corazones humanos se dirijan a Ti en la festividad de hoy, y se confíen a Ti, como nos ha enseñado tu Hijo, Jesucristo.



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