DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS
Lunes 28 de abril de 2003
Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos religiosos y religiosas;
hermanos y hermanas en el Señor:
1. Me alegra encontrarme de nuevo con vosotros, que habéis participado ayer en la solemne ceremonia de beatificación en la plaza de San Pedro. Esta mañana, tenemos la grata oportunidad de contemplar una vez más las maravillas que Dios realizó en los nuevos beatos, tan queridos para vosotros. Con afecto os saludo a cada uno y os agradezco vuestra presencia.
2. Me dirijo ante todo a la numerosa y variada Familia Paulina y a los peregrinos del Piamonte, de Italia y del mundo que han querido rendir homenaje al beato Santiago Alberione. En el corazón de este sacerdote elegido de la diócesis de Alba revivió el del apóstol san Pablo, conquistado por Cristo y dispuesto a anunciarlo como "camino, verdad y vida". Don Alberione, atento a los signos de los tiempos, no sólo abrió a la evangelización los modernos "púlpitos" de la comunicación social, sino que concibió su obra como una acción orgánica dentro de la Iglesia y a su servicio. De esta intuición nacieron en total diez institutos, que continúan con el mismo espíritu la obra iniciada por él. Que desde el cielo don Alberione ayude a su Familia a ser, como él quería, "san Pablo vivo hoy".
3. Saludo ahora a los queridos padres capuchinos y a cuantos exultan por la beatificación del padre Marcos de Aviano, en particular a los peregrinos que han venido de Austria, acompañados por el arzobispo de Viena, el cardenal Christoph Schönborn.
Marcos de Aviano es un ejemplo por su valiente acción apostólica, apreciada por todos, y por su oración, fiel a la más auténtica tradición franciscana y capuchina. Sus intervenciones en el campo social, siempre orientadas al bien de las almas, constituyen un estímulo también para los cristianos de hoy a defender y promover los valores evangélicos. Que el beato Marcos de Aviano proteja a Europa, para que construya su unidad sin descuidar sus raíces cristianas comunes.
4. Me dirijo también con afecto a las hijas espirituales de María Cristina Brando, que han recibido de su fundadora un exigente programa de vida y de servicio eclesial: unirse a Cristo, que se inmola por la humanidad en la Eucaristía, y manifestar su amor a Dios en el servicio humilde y diario a los hermanos necesitados.
La Virgen María, a cuya protección la nueva beata quiso encomendar a las Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado, vele siempre sobre vosotras, amadísimas religiosas, para que, manteniendo íntegro vuestro carisma, compartáis con las nuevas generaciones la valiosa herencia recibida.
5. Me uno, asimismo, a las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y a todos los que se alegran por la beatificación de la madre Eugenia Ravasco. La nueva beata, que se sintió llamada a "hacer el bien por amor al Corazón de Jesús", se transformó en apóstol ardiente e infatigable y en educadora celosa de los jóvenes, en particular de las muchachas, a las cuales no dudó en proponer metas elevadas de vida cristiana. Recomendaba a los educadores seguir la "pedagogía del amor", y como elementos que no se debían descuidar en la formación de la juventud señaló el máximo respeto al alumno y a su libertad, la discreción, la comprensión, la alegría y la oración. Solía repetir que enseñar es cumplir una misión evangélica. Que desde el cielo la madre Eugenia siga sosteniendo a cuantos prosiguen su obra benéfica en la Iglesia.
6. Con viva cordialidad os saludo a vosotras, amadísimas Hermanitas de la Sagrada Familia, que os alegráis por la elevación a la gloria de los altares de vuestra cofundadora, madre María Dominga Mantovani. Saludo a los fieles de la diócesis de Verona, acompañados por su pastor, monseñor Flavio Roberto Carraro, así como a los peregrinos provenientes de diversas regiones de Italia y de varias partes del mundo.
En la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret, María Dominga Mantovani, siguiendo al fundador, el beato Giuseppe Nascimbeni, quiso hacer de sí misma un don total a Dios por el bien de los hermanos. Queridos hermanos, aprended de ella a responder con prontitud a la voz de Dios, que llama a todo bautizado a tender a la santidad en las circunstancias ordinarias de la vida de cada día.
7. Por último, mi pensamiento va a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas que exultáis por la beatificación de Julia Salzano, y especialmente a las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón, fundadas por ella. Con indómita valentía, la beata Salzano supo dirigir su acción educativa a todas las clases de personas, sin distinción de edad, condición social o profesión, anticipando en cierto sentido las exigencias de la nueva evangelización que señaló a la Iglesia el concilio Vaticano II.
A vosotros, sus hijos e hijas espirituales, os deseo que sigáis con alegría las huellas trazadas por ella, dispuestos a afrontar cualquier sacrificio con tal de cumplir la misión que Dios os confía.
8. Amadísimos hermanos y hermanas, que estos nuevos beatos os ayuden a todos a "remar mar adentro" (cf. Lc 5, 4), fiándoos, como hicieron ellos, de las palabras de Cristo. Y la Virgen María, a la que cada uno de los seis beatos veneró tiernamente, os ayude a llevar a término la obra iniciada en vosotros por el Espíritu Santo.
Con estos sentimientos y deseos, os bendigo de corazón, a vosotros, a vuestras comunidades, a vuestras familias y a vuestros seres queridos.
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