DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LOS PROFESORES Y ESTUDIANTES DEL
PONTIFICIO INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA CRISTIANA
Sala Clementina
Jueves, 11 de diciembre de 2025
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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡La paz esté con ustedes!
Eminencia,
Monseñor rector, monseñor secretario,
queridos profesores, empleados y !estudiantes!
Hoy se cumplen cien años desde que mi venerado predecesor Pío XI, en el Motu proprio I primitivi cemeteri di Roma cristiana, recordaba cómo «los Pontífices Romanos siempre consideraron como su deber ineludible la protección y la custodia» del patrimonio sagrado, en particular los «cementerios subterráneos comúnmente llamados Catacumbas», sin olvidar «las basílicas florecidas dentro de las murallas de la ciudad de Roma con sus grandiosos mosaicos, las innumerables series de inscripciones, las pinturas, las esculturas, los objetos funerarios y litúrgicos». En el mismo documento, Pío XI mencionaba al «nunca lo suficientemente alabado Giovanni Battista de Rossi» y al «incansable investigador de las antigüedades sagradas romanas Antonio Bosio», es decir, los iniciadores de la arqueología cristiana.
En esa ocasión, el Papa decidió añadir a la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada y a la Pontificia Academia Romana de Arqueología el Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana, con el fin de «orientar a los jóvenes dispuestos, de todos los países y naciones, hacia los estudios y las investigaciones científicas sobre los monumentos de la antigüedad cristiana». Un siglo después, esa misión está más viva que nunca, gracias también a los congresos internacionales de arqueología cristiana, a través de los cuales el Instituto promueve los estudios en una disciplina que caracteriza no solo a las ciencias históricas, sino también a la fe y a la identidad cristiana.
En esta ocasión, con Carta Apostólica de hoy, he querido proponer algunas reflexiones sobre la importancia de la arqueología. Ahora deseo simplemente ofrecer algunas precisiones.
En primer lugar, la enseñanza de la «Arqueología Cristiana», entendida como el estudio de los monumentos de los primeros siglos del Cristianismo, tiene su propio estatuto epistemológico por sus específicas coordenadas cronológicas, históricas y temáticas. No obstante, observamos que en otros contextos esta enseñanza se inserta en el ámbito de la arqueología medieval. A este respecto, les sugiero que se hagan defensores de la especificidad de su disciplina, en la que el adjetivo «cristiana» no pretende ser expresión de una perspectiva confesional, sino que califica la disciplina misma con su propia dignidad científica y profesional.
Además, la arqueología cristiana es un campo de estudio que se refiere al período histórico de la Iglesia unida, por lo que puede ser un instrumento válido para el ecumenismo: de hecho, las diferentes confesiones pueden reconocer sus orígenes comunes a través del estudio de las antigüedades cristianas y fomentar así la aspiración a la plena comunión. A este respecto, pude vivir esta experiencia precisamente en mi reciente viaje apostólico, cuando en İznik, la antigua Nicea, conmemoré el primer concilio ecuménico junto con los representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales. La presencia de los restos de los antiguos edificios cristianos fue emocionante y motivadora para todos nosotros. Sobre este tema, he apreciado la jornada de estudio que han organizado en colaboración con el Dicasterio para la Evangelización.
Los exhorto, asimismo, a participar, a través de sus estudios, en esa «diplomacia de la cultura» que el mundo tanto necesita en nuestros días. A través de la cultura, el alma humana traspasa las fronteras de las naciones y supera las barreras de los prejuicios para ponerse al servicio del bien común. También ustedes pueden contribuir a construir puentes, a favorecer los encuentros, a alimentar la concordia.
Como recordé en la Carta Apostólica, en 1925 se celebró el «Jubileo de la paz», ahora estamos celebrando el «Jubileo de la esperanza». Por lo tanto, su Instituto, en cierto sentido, se encuentra idealmente tendido entre la paz y la esperanza. Y, de hecho, ustedes son portadores de paz y esperanza dondequiera que operan con sus excavaciones e investigaciones, de modo que, al reconocer su estandarte blanco y rojo con la imagen del Buen Pastor, se les puedan abrir las puertas no solo como portadores de conocimiento y ciencia, sino también como anunciadores de paz.
Por último, quisiera evocar un pasaje del discurso de San Juan Pablo II Sobre las raíces cristianas comunes de las naciones europeas, en el que dijo: «Europa tiene necesidad de Cristo y del Evangelio, porque aquí están las raíces de todos los pueblos. ¡Escuchen también ustedes este mensaje!» (6 de noviembre de 1981). Entre las raíces de la sociedad y de las naciones europeas se encuentra sin duda el cristianismo, con sus fuentes literarias y monumentales; y el trabajo de los arqueólogos es una respuesta al llamamiento que acabo de recordar.
¡Gracias, queridísimos, por su compromiso! Que el Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana continúe con renovado ímpetu su valioso servicio a la Iglesia y a la cultura. Encomiendo este deseo a la intercesión de María Santísima y les imparto de corazón la bendición apostólica. Gracias.
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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 11 de diciembre de 2025.
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