EVANGELII GAUDIUM - page 206

206
mos dejar de ser misioneros. La tarea evangeli-
zadora enriquece la mente y el corazón, nos abre
horizontes espirituales, nos hace más sensibles
para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de
nuestros esquemas espirituales limitados. Simul-
táneamente, un misionero entregado experimen-
ta el gusto de ser un manantial, que desborda y
refresca a los demás. Sólo puede ser misionero
alguien que se sienta bien buscando el bien de
los demás, deseando la felicidad de los otros. Esa
apertura del corazón es fuente de felicidad, por-
que « hay más alegría en dar que en recibir » (
Hch
20,35). Uno no vive mejor si escapa de los demás,
si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste
a dar, si se encierra en la comodidad. Eso no es
más que un lento suicidio.
273. La misión en el corazón del pueblo no es
una parte de mi vida, o un adorno que me puedo
quitar; no es un apéndice o un momento más de
la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar
de mi ser si no quiero destruirme. Yo
soy una mi-
sión
en esta tierra, y para eso estoy en este mundo.
Hay que reconocerse a sí mismo como marcado
a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vi-
vificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la en-
fermera de alma, el docente de alma, el político
de alma, esos que han decidido a fondo ser con
los demás y para los demás. Pero si uno separa
la tarea por una parte y la propia privacidad por
otra, todo se vuelve gris y estará permanente-
mente buscando reconocimientos o defendiendo
sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo.
1...,196,197,198,199,200,201,202,203,204,205 207,208,209,210,211,212,213,214,215,216,...224
Powered by FlippingBook