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ye la historia de tantas mujeres fieles, comenzan-
do por Sara, mujeres que, junto a los patriarcas,
fueron testigos del cumplimiento de las prome-
sas de Dios y del surgimiento de la vida nueva.
En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios
fue dirigida a MarÃa, y ella la acogió con todo su
ser, en su corazón, para que tomase carne en ella
y naciese como luz para los hombres. San Justino
mártir, en su
Diálogo con Trifón,
tiene una hermosa
expresión, en la que dice que MarÃa, al aceptar el
mensaje del ÃÂngel, concibió « fe y alegrÃa ».
49
En
la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y
cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llena-
mos de alegrÃa, que es el signo más evidente de la
grandeza de la fe. En su vida, MarÃa ha realizado
la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo.
50
AsÃ, en MarÃa, el camino de fe del Antiguo Testa-
mento es asumido en el seguimiento de Jesús y se
deja transformar por él, entrando a formar parte
de la mirada única del Hijo de Dios encarnado.
59.âÂÂPodemos decir que en la Bienaventurada
Virgen MarÃa se realiza eso en lo que antes he in-
sistido, que el creyente está totalmente implicado
en su confesión de fe. MarÃa está Ãntimamente
asociada, por su unión con Cristo, a lo que cree-
mos. En la concepción virginal de MarÃa tene-
mos un signo claro de la filiación divina de Cris-
to. El origen eterno de Cristo está en el Padre;
49
âÂÂCf.
Dialogus cum Tryphone Iudaeo,
100, 5:
PG
6, 710.
50
âÂÂCf. C
onc
. E
cum
. V
at
. II, Const. dogm.
Lumen gentium,
sobre la Iglesia
,
58.