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II, el pagano Celso reprochaba a los cristianos
lo que le parecÃa una ilusión y un engaño: pensar
que Dios hubiera creado el mundo para el hom-
bre, poniéndolo en la cima de todo el cosmos.
Se preguntaba: « ¿Por qué pretender que [la hier-
ba] crezca para los hombres, y no mejor para los
animales salvajes e irracionales? ».
46
« Si miramos
la tierra desde el cielo, ¿qué diferencia hay entre
nuestras ocupaciones y lo que hacen las hormi-
gas y las abejas? ».
47
En el centro de la fe bÃblica
está el amor de Dios, su solicitud concreta por
cada persona, su designio de salvación que abra-
za a la humanidad entera y a toda la creación, y
que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte
y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscure-
ce esta realidad, falta el criterio para distinguir
lo que hace preciosa y única la vida del hombre.
ÃÂste pierde su puesto en el universo, se pierde en
la naturaleza, renunciando a su responsabilidad
moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atri-
buyéndose un poder de manipulación sin lÃmites.
55.âÂÂLa fe, además, revelándonos el amor de
Dios, nos hace respetar más la naturaleza, pues
nos hace reconocer en ella una gramática escrita
por él y una morada que nos ha confiado para
cultivarla y salvaguardarla; nos invita a buscar
modelos de desarrollo que no se basen sólo en
la utilidad y el provecho, sino que consideren la
creación como un don del que todos somos deu-
46
âÂÂO
rÃgenes
,
Contra Celsum,
IV, 75:
SC
136, 372.
47
IbÃd
., 85:
SC
136, 394.