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del amor y sigue la dinámica del amor de Dios.
El Dios digno de fe construye para los hombres
una ciudad fiable.
51.âÂÂPrecisamente por su conexión con el amor
(cf.
Ga
5,6), la luz de la fe se pone al servicio
concreto de la justicia, del derecho y de la paz.
La fe nace del encuentro con el amor originario
de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la
bondad de nuestra vida, que es iluminada en la
medida en que entra en el dinamismo desplegado
por este amor, en cuanto que se hace camino y
ejercicio hacia la plenitud del amor. La luz de la fe
permite valorar la riqueza de las relaciones huma-
nas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables,
de enriquecer la vida común. La fe no aparta del
mundo ni es ajena a los afanes concretos de los
hombres de nuestro tiempo. Sin un amor fiable,
nada podrÃa mantener verdaderamente unidos
a los hombres. La unidad entre ellos se podrÃa
concebir sólo como fundada en la utilidad, en
la suma de intereses, en el miedo, pero no en la
bondad de vivir juntos, ni en la alegrÃa que la sola
presencia del otro puede suscitar. La fe permi-
te comprender la arquitectura de las relaciones
humanas, porque capta su fundamento último y
su destino definitivo en Dios, en su amor, y asÃ
ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al
bien común. SÃ, la fe es un bien para todos, es un
bien común; su luz no luce sólo dentro de la Igle-
sia ni sirve únicamente para construir una ciudad
eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nues-