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yente afirma asà que el centro del ser, el secreto
más profundo de todas las cosas, es la comunión
divina. Además, el
Credo
contiene también una
profesión cristológica: se recorren los misterios
de la vida de Jesús hasta su muerte, resurrección
y ascensión al cielo, en la espera de su venida glo-
riosa al final de los tiempos. Se dice, por tanto,
que este Dios comunión, intercambio de amor
entre el Padre y el Hijo en el EspÃritu, es capaz
de abrazar la historia del hombre, de introducirla
en su dinamismo de comunión, que tiene su ori-
gen y su meta última en el Padre. Quien confiesa
la fe, se ve implicado en la verdad que confiesa.
No puede pronunciar con verdad las palabras
del
Credo
sin ser transformado, sin inserirse en la
historia de amor que lo abraza, que dilata su ser
haciéndolo parte de una comunión grande, del
sujeto último que pronuncia el
Credo
, que es la
Iglesia. Todas las verdades que se creen procla-
man el misterio de la vida nueva de la fe como
camino de comunión con el Dios vivo.
Fe, oración y decálogo
46.âÂÂOtros dos elementos son esenciales en la
transmisión fiel de la memoria de la Iglesia. En
primer lugar, la oración del Señor, el Padrenues-
tro. En ella, el cristiano aprende a compartir la
misma experiencia espiritual de Cristo y comien-
za a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel
que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre,
también nosotros conocemos a Dios y podemos
encender en los demás el deseo de acercarse a él.