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de amor, el don de sà mismo, que genera vida. En
la eucaristÃa confluyen los dos ejes por los que
discurre el camino de la fe. Por una parte, el eje
de la historia: la eucaristÃa es un acto de memoria,
actualización del misterio, en el cual el pasado,
como acontecimiento de muerte y resurrección,
muestra su capacidad de abrir al futuro, de anti-
cipar la plenitud final. La liturgia nos lo recuerda
con su
hodie
, el « hoy » de los misterios de la sal-
vación. Por otra parte, confluye en ella también
el eje que lleva del mundo visible al invisible. En
la eucaristÃa aprendemos a ver la profundidad de
la realidad. El pan y el vino se transforman en el
Cuerpo y Sangre de Cristo, que se hace presente
en su camino pascual hacia el Padre: este movi-
miento nos introduce, en cuerpo y alma, en el
movimiento de toda la creación hacia su plenitud
en Dios.
45.âÂÂEn la celebración de los sacramentos, la
Iglesia transmite su memoria, en particular me-
diante la profesión de fe. ÃÂsta no consiste sólo
en asentir a un conjunto de verdades abstractas.
Antes bien, en la confesión de fe, toda la vida
se pone en camino hacia la comunión plena con
el Dios vivo. Podemos decir que en el
Credo
el
creyente es invitado a entrar en el misterio que
profesa y a dejarse transformar por lo que pro-
fesa. Para entender el sentido de esta afirmación,
pensemos antes que nada en el contenido del
Credo
. Tiene una estructura trinitaria: el Padre y
el Hijo se unen en el EspÃritu de amor. El cre-