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PÉSAME DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
POR LA MUERTE DEL CARDENAL JÓZEF GLEMP

 

Al venerado hermano
cardenal Kazimierz Nycz,
arzobispo de Varsovia,

He recibido con dolor la noticia de la muerte del cardenal Józef Glemp, arzobispo emérito de Gniezno y de Varsovia, primado de Polonia. Me uno a ti, querido hermano, al presbiterio y a los fieles de la Iglesia en Polonia, en la oración de acción de gracias por la vida y el compromiso pastoral de este benemérito ministro del Evangelio.

Caritati in iustitia, por la caridad en la justicia: este lema episcopal le acompañó durante toda su existencia y dirigió su modo de pensar, de valorar, de hacer elecciones, de tomar decisiones y de ofrecer líneas de acción pastoral. Era un hombre «justo» en el espíritu de san José su patrono y de todos aquellos que en la tradición bíblica supieron escuchar la voz de la llamada de Dios dirigida no sólo personalmente a ellos, sino también a las comunidades a las cuales eran enviados. Esa justicia, rica de la humilde adhesión a la voluntad de Dios, fue la base de su profundo amor a Dios y al hombre, que era la luz, la inspiración y la fuerza en el difícil ministerio de guía de la Iglesia en una época de significativas transformaciones sociales y políticas que afectaban a Polonia y a Europa. El amor a Dios y a la Iglesia, la atención a la vida y a la dignidad de cada hombre hicieron de él un apóstol de la unidad contra la división, de la concordia ante el enfrentamiento, de la construcción común de un futuro feliz sobre la base de las pasadas, alegres y dolorosas experiencias de la Iglesia y del pueblo. Continuando la obra del cardenal Stefan Wyszyński, en constante comunión y unión espiritual con el Papa Juan Pablo II, con gran prudencia, resolvía numerosas cuestiones y problemas en la vida política, social y religiosa de los polacos. Confiando en la Providencia Divina, miraba con optimismo hacia el nuevo milenio, en el que se le concedió introducir a la comunidad de creyentes de Polonia.

En la última etapa de su vida fue probado por el sufrimiento, que soportaba con serenidad de espíritu. También en esta prueba siguió siendo testigo de la confianza en la bondad y el amor de Dios omnipotente.

Personalmente siempre aprecié su bondad sincera, la sencillez, la apertura y la entrega cordial a la causa de la Iglesia en Polonia y en el mundo. Permanecerá de este modo en mi recuerdo y oración. ¡Que el Señor le acoja en su gloria!

A usted, venerado hermano, a los cardenales y a los obispos polacos, a la familia del difunto, a los participantes en la ceremonia fúnebre y a todos los polacos imparto de corazón mi bendición: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El Vaticano, 24 de enero de 2013

 

BENEDICTO PP. XVI



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