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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA COMUNIDAD CATÓLICA DEL VIETNAM
CON OCASIÓN DE LA ADOPCIÓN DEL ACUERDO SOBRE
EL ESTATUTO DEL REPRESENTANTE PONTIFICIO RESIDENTE
Y SOBRE LA DEL REPRESENTANTE PONTIFICIO RESIDENTE DE LA SANTA SEDE EN VIETNAM

 

Queridos hermanos obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles de todo el pueblo de Dios en Vietnam, la gracia y la paz de Dios estén con vosotros. Damos gracias a Dios con alegría, porque el amor de Dios es eterno y es fiel para siempre [1].

Deseo enviaros a todos esta carta, con motivo de la adopción del Acuerdo entre el Gobierno de la República Socialista de Vietnam y la Santa Sede sobre el Estatuto del Representante pontificio residente en Vietnam. La fe de la Iglesia católica en vuestro país ha nacido y se ha desarrollado a lo largo de muchas generaciones sobre la base del mandamiento: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» ( Mt  22, 37-38). El amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor, sin olvidar nunca que el amor a Dios y el amor al prójimo son las dos caras de una misma medalla [2].

Siguiendo los pasos de las buenas relaciones que han marcado los últimos años, y con la esperanza de que el Representante Pontificio sea un puente para hacer avanzar las relaciones recíprocas, el pasado 27 de julio tuve el placer de acoger al Presidente de la República Socialista de Vietnam, Sr. Vo Van Thuong, en visita oficial al Vaticano. Este encuentro cobra un significado especial en el proceso de consolidación de las relaciones entre la Santa Sede y Vietnam, que, como recordaba san Juan Pablo II, “es un país del que todos conocen y aprecian su coraje en el trabajo, su tenacidad ante las dificultades, su sentido de la familia y otras virtudes naturales [3].

Sobre la base de esta confianza mutua, que a lo largo de los años, paso a paso, se ha ido reforzando gracias a las visitas anuales de la Delegación de la Santa Sede y durante las reuniones del Grupo de Trabajo Conjunto Vietnam-Santa Sede, ha sido posible avanzar juntos y se podrá seguir haciendo, reconociendo las convergencias y respetando las diferencias. Hemos podido caminar escuchándonos y comprendiéndonos, y aunque cada uno procede de historias y situciones diferentes, esto no ha impedido buscar juntos el mejor camino para el bien del pueblo vietnamita y de la Iglesia.

A la luz de la enseñanza de la Carta a Diogneto del siglo II d.C., los cristianos, que están en el mundo pero no pertenecen a él, viven bajo la bandera de un protagonismo de la caridad, poniendo en práctica el Evangelio en el corazón de la nación y acompañándola en sus esfuerzos por un desarrollo social y económico equilibrado. Por eso, los fieles católicos, tanto en la construcción de la Iglesia misma, mediante la cooperación pastoral corresponsable, como especialmente en el plano de la animación evangélica de las realidades temporales, llevan a cabo su identidad de buenos cristianos y buenos ciudadanos. En este horizonte, a través de la implementación de condiciones favorables para el ejercicio de la libertad religiosa, los fieles católicos podrán promover el diálogo y generar esperanza para el país.

Sois hijas e hijos de la Iglesia y, al mismo tiempo, ciudadanos de Vietnam,  como recordó el Papa Benedicto XVI a los obispos vietnamitas en 2009: «La Iglesia invita a todos sus miembros a comprometerse lealmente en la construcción de una sociedad justa, solidaria y equitativa. No pretende en modo alguno ocupar el lugar de los funcionarios del Gobierno, sólo desea poder participar equitativamente, en un espíritu de diálogo y cooperación respetuosa, en la vida de la nación, al servicio de todo el pueblo» [4].

El aspecto específico que hoy necesitamos aún más es la concreción de la Caridad, es decir, la decisión concreta por el hombre, realizada en la Pascua e implementada históricamente desde siempre en la Iglesia, ya que: «en todo lugar y circunstancia los cristianos [...] están llamados a escuchar el grito de los pobres» [5]. Este espíritu es el que ha animado siempre a vuestra Comunidad católica a ofrecer su contribución positiva y significativa al servicio del Pueblo, especialmente durante la pandemia del Covid-19. La Iglesia en Vietnam, con el aliento de cada obispo y de la Conferencia Episcopal Vietnamita, ha demostrado ser levadura de la sociedad, acompañándola en su desarrollo y contribuyendo al progreso de creyentes fieles, responsables y creíbles.

Vuestros obispos lo han recordado en su Carta Pastoral publicada este año, que se ha centrado en fomentar la participación en la vida de la comunidad a través del amor mutuo, la escucha sincera y los actos de caridad, mostrados también hacia aquellos que no comparten la misma fe, y en el cuidado de los más débiles y necesitados.

Queridos hermanos y hermanas de Vietnam, los fieles católicos, siempre dispuestos a responder eficazmente a las necesidades cotidianas y a participar en la construcción del bien común en todos los ámbitos de la vida social del país, están llamados a llevar a cabo la enseñanza de Jesús de ser “la luz del mundo y la sal de la tierra” de tal modo que «su luz brille ante los demás para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en los cielos» (Mt  5,16).

Hace sesenta años, el Papa san Juan XXIII, dirigiéndose al mundo entero para implorar un esfuerzo común por la paz, escribía: «Es de desear que los hombres, al reunirse y negociar, descubran mejor los lazos que los unen, derivados de su común humanidad, y que descubran también que una de las exigencias más profundas de su común humanidad es que no reine entre ellos y entre sus pueblos el miedo, sino el amor, que tiende a expresarse en una colaboración leal y multiforme, portadora de muchos bienes» [6].

Pido a Dios que os ilumine y os guíe, para que sepáis dar testimonio del amor y de la caridad de Jesucristo, para gloria de Dios, en la vida y en vuestras relaciones con las autoridades civiles y con toda persona, sin distinción de religión, raza o cultura.

Al concluir esta Carta fraterna, deseo que vosotros, queridos pastores, sacerdotes, consagrados y consagradas, y fieles laicos, sigáis con valentía el ejemplo de Cristo. Que Nuestra Señora de La Vang os acompañe y que, por su maternal intercesión, el Padre misericordioso bendiga y conceda abundantes gracias a toda la Iglesia católica de Vietnam, así como a la Nación y al querido Pueblo vietnamita.

Francisco

 

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[1] Ángelus, 10 de noviembre de 2013.

[2] Ángelus, 26 de octubre de 2014.

[3] Juan Pablo II ,  Radiomensaje al pueblo de Vietnam , 10 de mayo de 1984.

[4] Benedicto XVI,  Discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de Viet Nam en visita ad limina apostolorum , 27 de junio de 2009.

[5] Evangelii Gaudium , n. 191.

[6] Juan XXIII,  Pacem in Terris , n. 67.

 

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L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española, Año LX, número 40, Viernes, 6 de octubre de 2023, p. 14.

 



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