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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS RELIGIOSOS DEHONIANOS REUNIDOS EN CAPÍTULO


Viernes 30 de mayo de 1997

 

Amadísimos sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús:

1. Bienvenidos a este encuentro, que se celebra con ocasión del vigésimo capítulo general ordinario de vuestra congregación. Agradezco cordialmente al superior general, padre Virginio Bressanelli, las palabras con que se ha hecho intérprete de los sentimientos de todos vosotros y ha ilustrado el tema y los objetivos de vuestras jornadas de oración, reflexión y discernimiento.

He sabido con placer que vuestro instituto está presente hoy en cuatro continentes con casi dos mil cuatrocientos religiosos, constituyendo así una realidad eclesial rica y articulada. La finalidad de vuestra asamblea capitular es trazar algunas líneas que orienten el camino y la actividad de la congregación en sus diversas provincias, para valorar mejor a las personas y los dones que vuestra familia religiosa posee, al servicio de la Iglesia y del Evangelio.

En este propósito, por la comunión de los santos, ciertamente os acompaña vuestro venerado padre fundador, León Juan Dehon, cuyo decreto de virtudes heroicas tuve la alegría de promulgar. Sé que para vuestra congregación se trata de un intenso momento de gracia y un motivo de renovado fervor, por lo que me uno a vuestra alegría.

La vida cristiana, y con mayor razón la vida consagrada, es vida de amor oblativo (cf. Vita consecrata, 75). Estaba realmente convencido de esto el padre Dehon, quien, siendo aún joven sacerdote, se sintió llamado a responder al amor del Corazón de Cristo con una consagración de amor misionero y reparador.

Amadísimos hermanos, proseguid generosamente por este sendero, conscientes de que, para ser fieles al carisma de vuestro fundador, necesitáis ante todo cultivar en vosotros mismos la docilidad al Espíritu Santo que le permitió adherirse plenamente a la inspiración divina. Precisamente de esta intensidad de vida espiritual, actuada principalmente en la oración, depende la vitalidad de vuestra familia religiosa. Amadísimos hermanos, el Corazón de Cristo es el punto focal de vuestra consagración. Jesús, en quien toda la Iglesia fija su mirada especialmente durante este año, primera etapa del trienio de preparación para el jubileo del año 2000, muestra al hombre contemporáneo su Corazón, fuente de vida y santidad. Cristo, Rey y centro de todos los corazones, pide a los consagrados no sólo que lo contemplen, sino también que entren en su Corazón, para poder vivir y actuar en constante comunión con sus sentimientos.

La radicalidad del seguimiento, la fidelidad a los votos, la fraternidad, el servicio apostólico y la comunión eclesial: todo deriva de aquí, de esta fuente inagotable de gracia.

2. Entre los objetivos prioritarios de vuestra asamblea capitular, se encuentra con razón el de una formación cualificada, permanente y adecuada a las diversas etapas de la vida del candidato y del consagrado. He escrito en la exhortación postsinodal Vita consecrata: «La vida consagrada necesita también en su interior un renovado amor por el empeño cultural, una dedicación al estudio como medio para la formación integral y como camino ascético, extraordinariamente actual, ante la diversidad de las culturas. Una disminución de la preocupación por el estudio puede tener graves consecuencias también en el apostolado, generando un sentido de marginación y de inferioridad, o favoreciendo la superficialidad y ligereza en las iniciativas» (n. 98).

Por tanto, es parte integrante de la formación inicial y permanente el estudio, la profundización teológica, indispensable para la calidad de la vida personal y el servicio que hay que prestar al encuentro entre el Evangelio y las culturas. Una ferviente vida espiritual y cultural, en sintonía con la tradición y las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, permite superar las posibles tentaciones de encerrarse y aislarse en las metas ya alcanzadas, aunque sean notables.

Amadísimos hijos del padre Dehon, fieles a vuestro fundador, amad a la Iglesia y a sus pastores. Son admirables los vínculos de estima, e incluso de amistad, que unieron al padre Dehon con los Romanos Pontífices, durante su larga vida. León XIII, por ejemplo, lo consideraba un óptimo intérprete de su magisterio. Benedicto XV fue su amigo personal y le encomendó la construcción de la basílica de Cristo Rey en Roma. Esforzaos para que vuestras actitudes e iniciativas estén orientadas siempre a la colaboración efectiva con la jerarquía eclesiástica, sobre todo en la delicada tarea de formar e iluminar las conciencias de los fieles, frecuentemente desorientadas y confundidas.

Os repito a vosotros cuanto he escrito dirigiéndome a todas las personas consagradas: «¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa que recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (Vita consecrata, 110). El carisma del padre Dehon es un don fecundo para la construcción de la civilización del amor, ya que el alma de la nueva evangelización es el testimonio de la caridad divina: «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único...» (Jn 3, 16).

3. ¡Conservad siempre vivo el anhelo misionero! Hace cien años partieron hacia el Congo los primeros misioneros de vuestro Instituto, guiados por el padre Gabriele Grison, que vivió entre las poblaciones de la región de Kisangani, llegando a ser su vicario apostólico. Me complace recordar que me arrodillé ante su tumba durante mi primer viaje apostólico a África, en mayo de 1980. Con viva admiración he sabido que no habéis dejado ninguna de vuestras misiones en el Congo-Zaire, aceptando todos los riesgos del momento actual. Dios bendecirá seguramente vuestro valiente testimonio de amor a Cristo y a las poblaciones locales, tan duramente probadas. Amadísimos hermanos, junto con vosotros, quisiera encomendar, una vez más, al Señor a los hijos e hijas de esas martirizadas regiones del continente africano, para que encuentren el camino de la reconciliación y del desarrollo.

Amadísimos hermanos, veo asimismo con placer que deseáis animar con espíritu misionero cada aspecto y cada actividad de vuestra congregación. En efecto, todo en la Iglesia está orientado al anuncio de Cristo. Deseo cordialmente que, con una fecunda armonía, conjuguéis siempre la comunión fraterna y el compromiso apostólico, la proyección en el mundo y la plena sintonía con los legítimos pastores, la atención a vuestros hermanos, especialmente ancianos, enfermos y necesitados, y la valoración de cada uno para la misión común.

¡Ojalá que este anhelo apostólico anime también a las demás «ramas» de la familia que sigue la espiritualidad del padre Dehon, es decir, la de las personas consagradas en el mundo y la de los laicos dehonianos!

4. Queridos hermanos, dentro de pocos días celebraremos la solemnidad del Sagrado Corazón: la liturgia de la Iglesia os ofrece la fuente más rica de inspiración para vuestro capítulo. Pido al Señor que, por intercesión de María santísima, os colme de su sabiduría a cada uno, para que vuestra asamblea produzca los frutos esperados. Con este fin, os imparto de corazón a vosotros y a todos los sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús una bendición apostólica especial, que extiendo con mucho gusto a toda la familia dehoniana.

 

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