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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL


Sábado 5 de octubre de 1985

 

Eminentísimo,
excelentísimos,
reverendos señores:

Hace ya tres quinquenios de la constitución de la Comisión Teológica Internacional por mi predecesor el papa Pablo VI, de feliz memoria. Con ello se ofrece al sucesor del apóstol Pedro una excelente ocasión de saludar, con gozo y con la debida reverencia, al eminentísimo presidente, a los Obispos y a los otros miembros de la misma Comisión, de dar gracias a Dios por el trabajo realizado, de hacer votos para el futuro cuarto quinquenio. Parece justo y oportuno recordar las cosas efectuadas y hacer reflexionar sobre esta forma de colaboración entre el Magisterio de la Iglesia y los profesores y cultivadores de la teología.

1. Estudios realizados en los tres quinquenios

Demos gracias a Dios porque estos quince años de trabajo de la Comisión Teológica Internacional no fueron infructuosos. «La gracia de Cristo no fue vacía en vosotros». Bajo la guía del cardenal Šeper y del cardenal Ratzinger, los miembros de la Comisión Teológica Internacional trabajaron en colaboración con diversos Dicasterios de la Curia romana: Secretaría de Estado, la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Sínodo de los Obispos, la Pontificia Comisión para la Familia, la Comisión «Iustitia et Pax», etc.

a) A la teología dogmática pertenecen estudios y publicaciones bastante numerosos; nótense los estudios sobre la apostolicidad de la Iglesia, la colegialidad, el pluralismo teológico legitimo y el ilegítimo en la Iglesia, las relaciones entre el Magisterio y los teólogos.

Especialmente, prestasteis atención tres veces, con rectitud y éxito; «al centro de nuestra Confesión», Cristo el Señor. Estos estudios de la Comisión son ya conocidos y tenidos en cuenta: Cuestiones selectas de Cristología (el año 1979); Teología, Cristología, Antropología (1981). Ya empezasteis a estudiar la ciencia humana de Jesús, por impulso de mi maestro y amigo Rózycki, al que tanto echamos de menos.

b) A la teología sacramentada se refieren las cosas que dijisteis sobre el sacerdocio ministerial en sí y en su relación con el sacerdocio común cristiano, ya en el comienzo de los trabajos de la Comisión Teológica Internacional, en conexión con el Sínodo del año 1971. También en perspectiva sinodal dirigisteis vuestra atención a los aspectos doctrinales y pastorales del Sacramento de la Reconciliación o Penitencia. Cuestiones doctrinales sobre el Matrimonio cristiano fueron, con éxito, objeto de vuestros estudios antes del Sínodo del año 1980.

c) Por lo que se refiere a la teología moral, investigasteis los fundamentos de la praxis cristiana y sus fuentes bíblicas, insistiendo en la permanencia todavía actual de las normas morales del Nuevo Testamento. Mostrasteis que las responsabilidades de los Pastores y de todos los cristianos se refieren a una doble obra, es decir, a la salvación operada por Cristo Jesús y a la promoción humana. Con respecto a esta misma promoción humana, cuidasteis tres publicaciones en estos últimos años: 1) tesis sobre la promoción humana y los derechos humanos; 2) un opúsculo sobre los aspectos actuales de esta cuestión urgentísima, en colaboración con la Pontificia Comisión «Iustitia et Pax»; 3) las relaciones propias de diversos colaboradores en la revista Gregorianum.

Finalmente, en la última sesión de este año completasteis el estudio de los temas selectos de eclesiología que en este tiempo después del Concilio se han hecho más urgentes, como, por ejemplo, la cuestión de la fundación de la Iglesia por Jesucristo, de la Iglesia como «nuevo pueblo de Dios», y de la Iglesia como «misterio» y «sujeto histórico», la relación entre las Iglesias particulares y la Iglesia universal, la cuestión de la índole escatológica de la Iglesia, o sea, del Reino y de la Iglesia. El eminentísimo cardenal Joseph Ratzinger, presidente de vuestra Comisión, me ha comunicado que el texto definitivo de este estudio ha sido aprobado y que, por ello, puede ser publicado. Además habéis abordado otro tema de gran importancia en este tiempo, es decir, «Sobre la conciencia humana de Cristo». El texto sobre este tema ha sido aprobado en parte por la Comisión.

2. Felicitación y aliento

Considerando la situación presente de la laboriosa actividad de todos los miembros, peritos y colaboradores de los tres quinquenios pasados, quiero decir unas palabras ele felicitación y aliento. Vuestra vida mental y espiritual se desarrolla íntegramente en el campo teológico, especialmente de la investigación, de la aplicación de métodos científicos, de la fe que busca entender.

Hay diversidad de gracias, de operaciones, escribió el Apóstol de los Gentiles a los Corintios (1 Cor 12,4-7), «pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos. Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad». En esta enumeración de gracias, de ministerios, de operaciones, me parece que se afirma ya, de alguna manera, la diferencia y la colaboración íntima que debe existir entre el Magisterio y los teólogos.

«Pues a unos puso Dios en la Iglesia primeramente Apóstoles». Los sucesores de Pedro y de los otros apóstoles recibieron la responsabilidad pastoral única en la Iglesia. Ciertamente, estos oficios deben ejercitarse con espíritu de diakonia, como escribía el Vaticano II, por siervos del pueblo de Dios, como Cristo el Señor fue Siervo de todos. Pero el mismo Señor proclama también su exousía, (Mt 28,18), y la comunica a los Apóstoles y a sus sucesores, como también la responsabilidad y la autoridad de enseñar y regir a los discípulos. Ciertamente hay colaboradores y ayudantes de los Apóstoles, del Romano Pontífice y de los Obispos, como aparecen ya en las cartas paulinas. Frecuentemente, pero no siempre, se llaman presbyteroi. A veces, se hace también mención de los «Doctores» (1 Cor 12,28). Quizá se prenuncia esta ayuda y esta colaboración, de gran valor por parte de los teólogos, cuando en el texto de la Primera Carta a los Corintios Pablo habla de los Doctores.

Con este pensamiento, yo, sucesor del apóstol Pedro, saludo a los didáskalos, a los doctores de la ciencia teológica. A ellos, y especialmente a la Comisión Teológica Internacional, doy las gracias y los bendigo de todo corazón. Sean también felices y fructuosos vuestros futuros trabajos e investigaciones.



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