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DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LOS DIRECTIVOS Y FUNCIONARIOS DE LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA ITALIANA

Aula de las Bendiciones
Viernes, 12 de diciembre de 2025

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En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

¡La paz esté con ustedes!

Distinguidas autoridades,

hermanos y hermanas!

Me complace darles la bienvenida en este centenario del nacimiento del Servicio encargado de los servicios de inteligencia en Italia. Corría el año 1925 cuando se creó el Servicio de Información Militar y se sentaron las bases para construir un sistema más coordinado y eficaz, para proteger la seguridad del Estado.

En primer lugar, deseo expresar mi agradecimiento por el trabajo que realizan, que requiere competencia, transparencia y, al mismo tiempo, confidencialidad. Esto les confiere la grave responsabilidad de vigilar constantemente los peligros que podrían amenazar la vida de la nación, con el fin de contribuir, sobre todo, a la protección de la paz. Se trata de una labor exigente que, debido a su confidencialidad, a menudo corre el riesgo de ser instrumentalizada, pero que es de gran importancia para anticipar posibles situaciones peligrosas para la vida de la sociedad.

A lo largo de estos cien años han cambiado muchas cosas, las capacidades y los instrumentos se han perfeccionado mucho, al igual que han aumentado y se han diversificado los retos a los que se enfrentan nuestras sociedades. A este respecto, quisiera exhortarles a que realicen su trabajo, además de con profesionalidad, también con una visión ética que tenga en cuenta al menos dos aspectos imprescindibles: el respeto a la dignidad de la persona humana la ética de la comunicación.

En primer lugar, el respeto a la dignidad de la persona humana. La actividad de seguridad nunca debe perder de vista esta dimensión fundamental y nunca puede dejar de respetar la dignidad y los derechos de cada uno. En ciertas circunstancias difíciles, cuando el bien común que se persigue nos parece más necesario que todo lo demás, se corre el riesgo de olvidar esta exigencia ética y, por lo tanto, no siempre es fácil encontrar un equilibrio. Como ha afirmado la Comisión Europea para la Democracia a través del Derecho, las agencias de seguridad a menudo tienen que recopilar información sobre las personas y, por lo tanto, inciden fuertemente en los derechos individuales. [1]

Por lo tanto, es necesario que se establezcan límites, según el criterio de la dignidad de la persona, y que se permanezca atento a las tentaciones a las que les expone un trabajo como el suyo. Asegúrense de que sus acciones sean siempre proporcionadas al bien común que se persigue y que la protección de la seguridad nacional garantice siempre y en todo momento los derechos de las personas, su vida privada y familiar, la libertad de conciencia y de información, y el derecho a un juicio justo. En este sentido, es necesario que las actividades de los servicios estén reguladas por leyes, debidamente promulgadas y publicadas, que estén sujetas al control y la supervisión del poder judicial y que los presupuestos estén sujetos a controles públicos y transparentes.

El segundo aspecto se refiere a la ética de la comunicación. El mundo de las comunicaciones ha cambiado notablemente en las últimas décadas y, hoy en día, la revolución digital es algo que simplemente forma parte de nuestra vida y de nuestra forma de intercambiar información y relacionarnos. Además, la llegada de nuevas y cada vez más avanzadas tecnologías nos ofrece mayores posibilidades, pero, al mismo tiempo, nos expone a peligros constantes. El intercambio masivo y continuo de información exige una vigilancia crítica sobre algunas cuestiones de vital importancia: la distinción entre la verdad y las noticias falsas, la exposición indebida de la vida privada, la manipulación de los más vulnerables, la lógica del chantaje, la incitación al odio y a la violencia.

Es necesario vigilar con rigor para que la información confidencial no se utilice para intimidar, manipular, chantajear o desacreditar el servicio de políticos, periodistas u otros actores de la sociedad civil. Todo esto también se aplica al ámbito eclesial. De hecho, en varios países, la Iglesia es víctima de servicios de inteligencia que actúan con fines poco nobles, oprimiendo su libertad. Estos riesgos deben evaluarse siempre y exigen una gran estatura moral en quienes se preparan para desempeñar un trabajo como el suyo y en quienes lo llevan a cabo desde hace tiempo.

Soy muy consciente del delicado papel y la responsabilidad a la que están llamados. En este sentido, quisiera recordar también a aquellos de sus colegas que han perdido la vida en misiones delicadas, llevadas a cabo en contextos difíciles. Su dedicación quizá no aparezca en los titulares de los periódicos, pero sigue viva en las personas a las que ayudaron y en las crisis que contribuyeron a resolver.

Por último, quisiera expresar mi agradecimiento por los esfuerzos de los servicios de inteligencia italianos también para garantizar la seguridad de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano. Y aquí quisiera expresar mi gratitud por la colaboración con la Gendarmería, con el Vaticano, con la Santa Sede, en tantos servicios, donde realmente esta capacidad y posibilidad de servir a los demás se hace realidad gracias a la buena colaboración con ustedes.

Los animo a continuar con su trabajo teniendo siempre en mente el bien común, aprendiendo a evaluar con juicio y equilibrio las diferentes situaciones que se les presentan y permaneciendo firmemente anclados en aquellos principios jurídicos y éticos que anteponen por encima de todo la dignidad de la persona humana.

Señoras y señores, los felicito por la decisión de vivir juntos el Jubileo como comunidad de trabajo. La gracia de Dios no dejará de dar buenos frutos a nivel personal y, por consiguiente, también en su actividad. Este es mi deseo, que acompaño con la bendición apostólica para ustedes y sus familias. ¡Les deseo a todos una feliz Navidad!

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[1] Véase Comisión de Venecia, Informe sobre la supervisión democrática de los servicios de seguridad (1-2 de junio de 2007), § 2.

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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 12 de diciembre de 2025