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     cuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces 
    
 
     
     de los caminos para invitar a los excluidos. Vive 
    
 
     
     un deseo inagotable de brindar misericordia, fru- 
    
 
     
     to de haber experimentado la infinita misericor- 
    
 
     
     dia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos 
    
 
     
     un poco más a primerear! Como consecuencia, la 
    
 
     
     Iglesia sabe «âinvolucrarse ». Jesús lavó los pies a 
    
 
     
     sus discÃpulos. El Señor se involucra e involucra 
    
 
     
     a los suyos, poniéndose de rodillas ante los de- 
    
 
     
     más para lavarlos. Pero luego dice a los discÃpu- 
    
 
     
     los: « Seréis felices si hacéis esto » ( 
    
 
     
      Jn  
    
 
     
     13,17). La 
    
 
     
     comunidad evangelizadora se mete con obras y 
    
 
     
     gestos en la vida cotidiana de los demás, achica 
    
 
     
     distancias, se abaja hasta la humillación si es ne- 
    
 
     
     cesario, y asume la vida humana, tocando la carne 
    
 
     
     sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangeliza- 
    
 
     
     dores tienen asà « olor a oveja » y éstas escuchan 
    
 
     
     su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se 
    
 
     
     dispone a « acompañar ». Acompaña a la huma- 
    
 
     
     nidad en todos sus procesos, por más duros y 
    
 
     
     prolongados que sean. Sabe de esperas largas y 
    
 
     
     de aguante apostólico. La evangelización tiene 
    
 
     
     mucho de paciencia, y evita maltratar lÃmites. Fiel 
    
 
     
     al don del Señor, también sabe « fructificar ». La 
    
 
     
     comunidad evangelizadora siempre está atenta 
    
 
     
     a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. 
    
 
     
     Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. 
    
 
     
     El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en 
    
 
     
     medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni 
    
 
     
     alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra 
    
 
     
     se encarne en una situación concreta y dé frutos 
    
 
     
     de vida nueva, aunque en apariencia sean imper-