24
tituyámonos en todas las regiones de la tierra en
un « estado permanente de misión ».
22
26.âPablo VI invitó a ampliar el llamado a la
renovación, para expresar con fuerza que no se
dirige sólo a los individuos aislados, sino a la
Iglesia entera. Recordemos este memorable tex-
to que no ha perdido su fuerza interpelante: « La
Iglesia debe profundizar en la conciencia de sÃ
misma, debe meditar sobre el misterio que le es
propio [â¦] De esta iluminada y operante con-
ciencia brota un espontáneo deseo de comparar
la imagen ideal de la Iglesia âtal como Cristo la
vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa
e inmaculada (cf.
Ef
5,27)â y el rostro real que
hoy la Iglesia presenta [â¦] Brota, por lo tanto, un
anhelo generoso y casi impaciente de renovación,
es decir, de enmienda de los defectos que denun-
cia y refleja la conciencia, a modo de examen in-
terior, frente al espejo del modelo que Cristo nos
dejó de sà ».
23
El Concilio Vaticano II presentó la conver-
sión eclesial como la apertura a una permanente
reforma de sà por fidelidad a Jesucristo: « Toda la
renovación de la Iglesia consiste esencialmente
en el aumento de la fidelidad a su vocación [â¦]
Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una
perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en
22
IbÃd.
, 551.
23
âP
ablo
VI, Carta enc.
Ecclesiam suam
(6 agosto 1964), 3:
AAS
56 (1964), 611-612.