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da en un espacio determinado, provista de todos
los medios de salvación dados por Cristo, pero
con un rostro local. Su alegrÃa de comunicar a
Jesucristo se expresa tanto en su preocupación
por anunciarlo en otros lugares más necesitados
como en una salida constante hacia las periferias
de su propio territorio o hacia los nuevos ám-
bitos socioculturales.
32
Procura estar siempre allÃ
donde hace más falta la luz y la vida del Resuci-
tado.
33
En orden a que este impulso misionero
sea cada vez más intenso, generoso y fecundo,
exhorto también a cada Iglesia particular a entrar
en un proceso decidido de discernimiento, puri-
ficación y reforma.
31.âEl obispo siempre debe fomentar la comu-
nión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo
el ideal de las primeras comunidades cristianas,
donde los creyentes tenÃan un solo corazón y una
sola alma (cf.
Hch
4,32). Para eso, a veces estará
delante para indicar el camino y cuidar la espe-
ranza del pueblo, otras veces estará simplemente
en medio de todos con su cercanÃa sencilla y mi-
sericordiosa, y en ocasiones deberá caminar de-
trás del pueblo para ayudar a los rezagados y, so-
bre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato
para encontrar nuevos caminos. En su misión de
fomentar una comunión dinámica, abierta y mi-
sionera, tendrá que alentar y procurar la madu-
32
âCf. B
enedicto
XVI,
Discurso a los participantes en un Con-
greso con ocasión del 40 Aniversario del Decreto Ad Gentes
(11 marzo
2006):
AAS
98 (2006), 337.
33
âCf.
Propositio
42.