94
tura, la Iglesia expresa su genuina catolicidad y
muestra «âla belleza de este rostro pluriforme ».
89
En las manifestaciones cristianas de un pueblo
evangelizado, el EspÃritu Santo embellece a la
Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Reve-
lación y regalándole un nuevo rostro. En la incul-
turación, la Iglesia «âintroduce a los pueblos con
sus culturas en su misma comunidad »,
90
porque
« toda cultura propone valores y formas positivas
que pueden enriquecer la manera de anunciar,
concebir y vivir el Evangelio ».
91
AsÃ, «âla Iglesia,
asumiendo los valores de las diversas culturas, se
hace
âsponsa ornata monilibus suisâ
, âla novia que se
adorna con sus joyasâ (cf.
Is
61,10) ».
92
117.âBien entendida, la diversidad cultural no
amenaza la unidad de la Iglesia. Es el EspÃritu
Santo, enviado por el Padre y el Hijo, quien trans-
forma nuestros corazones y nos hace capaces de
entrar en la comunión perfecta de la SantÃsima
Trinidad, donde todo encuentra su unidad. Ãl
construye la comunión y la armonÃa del Pueblo
de Dios. El mismo EspÃritu Santo es la armonÃa,
asà como es el vÃnculo de amor entre el Padre y
el Hijo.
93
Ãl es quien suscita una múltiple y di-
89
IbÃd.
, 40:
AAS
93 (2001), 295.
90
âJ
uan
P
ablo
II, Carta enc.
Redemptoris missio
(7 diciembre
1990), 52:
AAS
83 (1991), 300. Cf. Exhort. ap.
Catechesi Traden-
dae
(16 octubre 1979), 53:
AAS
71 (1979), 1321.
91
âJ
uan
P
ablo
II, Exhort. ap. postsinodal
Ecclesia in Ocea-
nia
(22 noviembre 2001), 16:
AAS
94 (2002), 384.
92
âJ
uan
P
ablo
II, Exhort. ap. postsinodal
Ecclesia in Africa
(14 septiembre 1995), 61:
AAS
88 (1996), 39.
93
âCf. S
anto
T
omás de
A
quino
,
Summa Theologiae
, I, q. 39,
art. 8 cons. 2: «Excluido el EspÃritu Santo, que es
el nexo de ambos
,