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versa riqueza de dones y al mismo tiempo cons-
truye una unidad que nunca es uniformidad sino
multiforme armonÃa que atrae. La evangelización
reconoce gozosamente estas múltiples riquezas
que el EspÃritu engendra en la Iglesia. No harÃa
justicia a la lógica de la encarnación pensar en
un cristianismo monocultural y monocorde. Si
bien es verdad que algunas culturas han estado
estrechamente ligadas a la predicación del Evan-
gelio y al desarrollo de un pensamiento cristiano,
el mensaje revelado no se identifica con ninguna
de ellas y tiene un contenido transcultural. Por
ello, en la evangelización de nuevas culturas o
de culturas que no han acogido la predicación
cristiana, no es indispensable imponer una deter-
minada forma cultural, por más bella y antigua
que sea, junto con la propuesta del Evangelio. El
mensaje que anunciamos siempre tiene algún ro-
paje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos
en la vanidosa sacralización de la propia cultura,
con lo cual podemos mostrar más fanatismo que
auténtico fervor evangelizador.
118.âLos Obispos de OceanÃa pidieron que allÃ
la Iglesia « desarrolle una comprensión y una pre-
sentación de la verdad de Cristo que arranque de
las tradiciones y culturas de la región », e instaron
« a todos los misioneros a operar en armonÃa con
los cristianos indÃgenas para asegurar que la fe y
no se puede entender la unidad de conexión entre el Padre y el
Hijo »; cf. también
ibÃd
. I, q. 37, art. 1, ad 3.