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Carismas al servicio de la comunión evangelizadora
130.âEl EspÃritu Santo también enriquece a
toda la Iglesia evangelizadora con distintos ca-
rismas. Son dones para renovar y edificar la Igle-
sia.
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No son un patrimonio cerrado, entregado
a un grupo para que lo custodie; más bien son
regalos del EspÃritu integrados en el cuerpo ecle-
sial, atraÃdos hacia el centro que es Cristo, desde
donde se encauzan en un impulso evangelizador.
Un signo claro de la autenticidad de un carisma
es su eclesialidad, su capacidad para integrarse
armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel
de Dios para el bien de todos. Una verdadera no-
vedad suscitada por el EspÃritu no necesita arro-
jar sombras sobre otras espiritualidades y dones
para afirmarse a sà misma. En la medida en que
un carisma dirija mejor su mirada al corazón del
Evangelio, más eclesial será su ejercicio. En la co-
munión, aunque duela, es donde un carisma se
vuelve auténtica y misteriosamente fecundo. Si
vive este desafÃo, la Iglesia puede ser un modelo
para la paz en el mundo.
131.âLas diferencias entre las personas y comu-
nidades a veces son incómodas, pero el EspÃritu
Santo, que suscita esa diversidad, puede sacar de
todo algo bueno y convertirlo en un dinamismo
evangelizador que actúa por atracción. La diver-
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âCf. C
onc
. E
cum
. V
at
. II, Const. dogm.
Lumen gentium
,
sobre la Iglesia, 12.