110
que se trata de una predicación dentro del mar-
co de una celebración
litúrgica
; por consiguiente,
debe ser breve y evitar parecerse a una charla o
una clase. El predicador puede ser capaz de man-
tener el interés de la gente durante una hora, pero
asà su palabra se vuelve más importante que la
celebración de la fe. Si la homilÃa se prolonga-
ra demasiado, afectarÃa dos caracterÃsticas de la
celebración litúrgica: la armonÃa entre sus partes
y el ritmo. Cuando la predicación se realiza den-
tro del contexto de la liturgia, se incorpora como
parte de la ofrenda que se entrega al Padre y
como mediación de la gracia que Cristo derrama
en la celebración. Este mismo contexto exige que
la predicación oriente a la asamblea, y también
al predicador, a una comunión con Cristo en la
EucaristÃa que transforme la vida. Esto reclama
que la palabra del predicador no ocupe un lugar
excesivo, de manera que el Señor brille más que
el ministro.
La conversación de la madre
139.âDijimos que el Pueblo de Dios, por la
constante acción del EspÃritu en él, se evangeli-
za continuamente a sà mismo. ¿Qué implica esta
convicción para el predicador? Nos recuerda que
la Iglesia es madre y predica al pueblo como una
madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo
confÃa que todo lo que se le enseñe será para bien
porque se sabe amado. Además, la buena madre
sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en