EVANGELII GAUDIUM - page 119

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ñaban la Palabra de Dios, pero no se dejaban ilu-
minar por ella: «Atan cargas pesadas y las ponen
sobre los hombros de los demás, mientras ellos
no quieren moverlas ni siquiera con el dedo » (
Mt
23,4). El Apóstol Santiago exhortaba: «No os
hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos
míos, sabiendo que tendremos un juicio más se-
vero » (3,1). Quien quiera predicar, primero debe
estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra
y a hacerla carne en su existencia concreta. De
esta manera, la predicación consistirá en esa ac-
tividad tan intensa y fecunda que es « comunicar
a otros lo que uno ha contemplado ».
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Por todo
esto, antes de preparar concretamente lo que
uno va a decir en la predicación, primero tiene
que aceptar ser herido por esa Palabra que herirá
a los demás, porque es una Palabra
viva y eficaz
,
que como una espada, « penetra hasta la división
del alma y el espíritu, articulaciones y médulas, y
escruta los sentimientos y pensamientos del co-
razón » (
Hb
4,12). Esto tiene un valor pastoral.
También en esta época la gente prefiere escuchar
a los testigos: « tiene sed de autenticidad […]
Exige a los evangelizadores que le hablen de un
Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmen-
te como si lo estuvieran viendo ».
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117
 S
anto
T
omás
de
A
quino
,
Summa Theologiae
II-II, q.
188, art. 6.
118
 P
ablo
VI, Exhort. ap.
Evangelii nuntiandi
(8 diciembre
1975), 76:
AAS
68 (1976), 68.
1...,109,110,111,112,113,114,115,116,117,118 120,121,122,123,124,125,126,127,128,129,...224
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