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los destinatarios para no correr el riesgo de ha-
blar al vacÃo. Frecuentemente sucede que los pre-
dicadores usan palabras que aprendieron en sus
estudios y en determinados ambientes, pero que
no son parte del lenguaje común de las perso-
nas que los escuchan. Hay palabras propias de
la teologÃa o de la catequesis, cuyo sentido no es
comprensible para la mayorÃa de los cristianos.
El mayor riesgo para un predicador es acostum-
brarse a su propio lenguaje y pensar que todos
los demás lo usan y lo comprenden espontánea-
mente. Si uno quiere adaptarse al lenguaje de los
demás para poder llegar a ellos con la Palabra,
tiene que escuchar mucho, necesita compartir la
vida de la gente y prestarle una gustosa atención.
La sencillez y la claridad son dos cosas diferentes.
El lenguaje puede ser muy sencillo, pero la prédi-
ca puede ser poco clara. Se puede volver incom-
prensible por el desorden, por su falta de lógica,
o porque trata varios temas al mismo tiempo. Por
lo tanto, otra tarea necesaria es procurar que la
predicación tenga unidad temática, un orden cla-
ro y una conexión entre las frases, de manera que
las personas puedan seguir fácilmente al predica-
dor y captar la lógica de lo que les dice.
159.âOtra caracterÃstica es el lenguaje positi-
vo. No dice tanto lo que no hay que hacer sino
que propone lo que podemos hacer mejor. En
todo caso, si indica algo negativo, siempre inten-
ta mostrar también un valor positivo que atraiga,
para no quedarse en la queja, el lamento, la crÃti-