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lÃnea, todas las expresiones de verdadera belle-
za pueden ser reconocidas como un sendero que
ayuda a encontrarse con el Señor Jesús. No se
trata de fomentar un relativismo estético,
130
que
pueda oscurecer el lazo inseparable entre verdad,
bondad y belleza, sino de recuperar la estima de
la belleza para poder llegar al corazón humano
y hacer resplandecer en él la verdad y la bondad
del Resucitado. Si, como dice san AgustÃn, noso-
tros no amamos sino lo que es bello,
131
el Hijo
hecho hombre, revelación de la infinita belleza,
es sumamente amable, y nos atrae hacia sà con
lazos de amor. Entonces se vuelve necesario que
la formación en la
via pulchritudinis
esté inserta en
la transmisión de la fe. Es deseable que cada Igle-
sia particular aliente el uso de las artes en su tarea
evangelizadora, en continuidad con la riqueza del
pasado, pero también en la vastedad de sus múlti-
ples expresiones actuales, en orden a transmitir la
fe en un nuevo «âlenguaje parabólico ».
132
Hay que
atreverse a encontrar los nuevos signos, los nue-
vos sÃmbolos, una nueva carne para la transmi-
sión de la Palabra, las formas diversas de belleza
que se valoran en diferentes ámbitos culturales,
e incluso aquellos modos no convencionales de
belleza, que pueden ser poco significativos para
130
âCf. C
onc
. E
cum
. V
at
. II, Decreto
Inter mirifica
, sobre
los medios de comunicación social, 6.
131
âCf.
De musica
, VI, XIII, 38:
PL
32, 1183-1184;
Confes-
siones
, IV, XIII, 20:
PL
32, 701.
132
âB
enedicto
XVI,
Discurso con ocasión de la proyección del
documental «Arte y fe â via pulchritudinis »
(25 octubre 2012):
LâOs-
servatore Romano
(27 octubre 2012), 7.