130
a anunciar de una forma o de otra a lo largo de
la catequesis, en todas sus etapas y momentos.
126
Por ello, también « el sacerdote, como la Iglesia,
debe crecer en la conciencia de su permanente
necesidad de ser evangelizado ».
127
165.âNo hay que pensar que en la catequesis
el
kerygma
es abandonado en pos de una forma-
ción supuestamente más « sólida ». Nada hay más
sólido, más profundo, más seguro, más denso y
más sabio que ese anuncio. Toda formación cris-
tiana es ante todo la profundización del
kerygma
que se va haciendo carne cada vez más y mejor,
que nunca deja de iluminar la tarea catequÃstica,
y que permite comprender adecuadamente el
sentido de cualquier tema que se desarrolle en la
catequesis. Es el anuncio que responde al anhelo
de infinito que hay en todo corazón humano. La
centralidad del
kerygma
demanda ciertas caracte-
rÃsticas del anuncio que hoy son necesarias en to-
das partes: que exprese el amor salvÃfico de Dios
previo a la obligación moral y religiosa, que no
imponga la verdad y que apele a la libertad, que
posea unas notas de alegrÃa, estÃmulo, vitalidad,
y una integralidad armoniosa que no reduzca la
predicación a unas pocas doctrinas a veces más
filosóficas que evangélicas. Esto exige al evan-
gelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger
126
âCf.
Propositio
9.
127
âJ
uan
P
ablo
II, Exhort. ap. postsinodal
Pastores dabo vo-
bis
(25 marzo 1992),
26:
AAS
84 (1992), 698.