143
de Dios
(cf.
Lc
4,43); se trata de amar a Dios que
reina en el mundo. En la medida en que Ãl logre
reinar entre nosotros, la vida social será ámbito
de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad
para todos. Entonces, tanto el anuncio como la
experiencia cristiana tienden a provocar conse-
cuencias sociales. Buscamos su Reino: « Buscad
ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo
demás vendrá por añadidura » (
Mt
6,33). El pro-
yecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre;
Ãl pide a sus discÃpulos: «â¡Proclamad que está lle-
gando el Reino de los cielos! » (
Mt
10,7).
181.âEl Reino que se anticipa y crece entre no-
sotros lo toca todo y nos recuerda aquel prin-
cipio de discernimiento que Pablo VI proponÃa
con relación al verdadero desarrollo: « Todos los
hombres y todo el hombre ».
145
Sabemos que «âla
evangelización no serÃa completa si no tuviera en
cuenta la interpelación recÃproca que en el curso
de los tiempos se establece entre el Evangelio y
la vida concreta, personal y social del hombre ».
146
Se trata del criterio de universalidad, propio de
la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea
que todos los hombres se salven y su plan de sal-
vación consiste en « recapitular todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe,
que es Cristo » (
Ef
1,10). El mandato es: « Id por
145
âCarta enc.
Populorum Progressio
(26 marzo 1967), 14:
AAS
59 (1967), 264.
146
âP
ablo
VI, Exhort. ap.
Evangelii nuntiandi
(8 diciembre
1975), 29:
AAS
68 (1976), 25.