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fa en el juicio » (2,12-13). En este texto, Santiago
se muestra como heredero de lo más rico de la
espiritualidad judÃa del postexilio, que atribuÃa a
la misericordia un especial valor salvÃfico: « Rom-
pe tus pecados con obras de justicia, y tus ini-
quidades con misericordia para con los pobres,
para que tu ventura sea larga » (
Dn
4,24). En esta
misma lÃnea, la literatura sapiencial habla de la
limosna como ejercicio concreto de la miseri-
cordia con los necesitados: « La limosna libra de
la muerte y purifica de todo pecado » (
Tb
12,9).
Más gráficamente aún lo expresa el Eclesiástico:
«Como el agua apaga el fuego llameante, la li-
mosna perdona los pecados » (3,30). La misma
sÃntesis aparece recogida en el Nuevo Testamen-
to: « Tened ardiente caridad unos por otros, por-
que la caridad cubrirá la multitud de los pecados »
(
1 Pe
4,8). Esta verdad penetró profundamente
la mentalidad de los Padres de la Iglesia y ejer-
ció una resistencia profética contracultural ante
el individualismo hedonista pagano. Recordemos
sólo un ejemplo: «Asà como, en peligro de in-
cendio, correrÃamos a buscar agua para apagarlo
[â¦] del mismo modo, si de nuestra paja surgiera
la llama del pecado, y por eso nos turbamos, una
vez que se nos ofrezca la ocasión de una obra
llena de misericordia, alegrémonos de ella como
si fuera una fuente que se nos ofrezca en la que
podamos sofocar el incendio ».
160
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De Catechizandis Rudibus
, I, XIV, 22:
PL
40, 327.