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     recen sólo apéndices agregados desde fuera para 
    
 
     
     completar un discurso polÃtico sin perspectivas 
    
 
     
     ni programas de verdadero desarrollo integral. 
    
 
     
     ¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para 
    
 
     
     este sistema! Molesta que se hable de ética, mo- 
    
 
     
     lesta que se hable de solidaridad mundial, mo- 
    
 
     
     lesta que se hable de distribución de los bienes, 
    
 
     
     molesta que se hable de preservar las fuentes de 
    
 
     
     trabajo, molesta que se hable de la dignidad de 
    
 
     
     los débiles, molesta que se hable de un Dios que 
    
 
     
     exige un compromiso por la justicia. Otras ve- 
    
 
     
     ces sucede que estas palabras se vuelven objeto 
    
 
     
     de un manoseo oportunista que las deshonra. La 
    
 
     
     cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacÃa 
    
 
     
     nuestra vida y nuestras palabras de todo signifi- 
    
 
     
     cado. La vocación de un empresario es una noble 
    
 
     
     tarea, siempre que se deje interpelar por un sen- 
    
 
     
     tido más amplio de la vida; esto le permite servir 
    
 
     
     verdaderamente al bien común, con su esfuerzo 
    
 
     
     por multiplicar y volver más accesibles para to- 
    
 
     
     dos los bienes de este mundo. 
    
 
     
     204.âYa no podemos confiar en las fuerzas cie- 
    
 
     
     gas y en la mano invisible del mercado. El creci- 
    
 
     
     miento en equidad exige algo más que el creci- 
    
 
     
     miento económico, aunque lo supone, requiere 
    
 
     
     decisiones, programas, mecanismos y procesos 
    
 
     
     especÃficamente orientados a una mejor distri- 
    
 
     
     bución del ingreso, a una creación de fuentes de 
    
 
     
     trabajo, a una promoción integral de los pobres 
    
 
     
     que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos 
    
 
     
     de proponer un populismo irresponsable, pero 
    
 
     
     la economÃa ya no puede recurrir a remedios que