168
suelo es como una enfermedad para cada uno,
y podemos lamentar la extinción de una especie
como si fuera una mutilación. No dejemos que a
nuestro paso queden signos de destrucción y de
muerte que afecten nuestra vida y la de las futu-
ras generaciones.
177
En este sentido, hago propio
el bello y profético lamento que hace varios años
expresaron los Obispos de Filipinas: «Una increÃ-
ble variedad de insectos vivÃan en el bosque y es-
taban ocupados con todo tipo de tareas [â¦] Los
pájaros volaban por el aire, sus plumas brillantes
y sus diferentes cantos añadÃan color y melodÃa
al verde de los bosques [...] Dios quiso esta tierra
para nosotros, sus criaturas especiales, pero no
para que pudiéramos destruirla y convertirla en
un páramo [...] Después de una sola noche de
lluvia, mira hacia los rÃos de marrón chocolate
de tu localidad, y recuerda que se llevan la sangre
viva de la tierra hacia el mar [...] ¿Cómo van a
poder nadar los peces en alcantarillas como el rÃo
Pasig y tantos otros rÃos que hemos contamina-
do? ¿Quién ha convertido el maravilloso mundo
marino en cementerios subacuáticos despojados
de vida y de color? ».
178
216.âPequeños pero fuertes en el amor de Dios,
como san Francisco de AsÃs, todos los cristianos
177
âCf.
Propositio
56.
178
âC
atholic
B
ishops
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onference
of
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P
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,
Carta pastoral
What is Happening to our Beautiful Land?
(29 enero
1988).