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estamos llamados a cuidar la fragilidad del pue-
blo y del mundo en que vivimos.
III.âE
l
bien
común
y
la
paz
social
217.âHemos hablado mucho sobre la alegrÃa y
sobre el amor, pero la Palabra de Dios menciona
también el fruto de la paz (cf.
Ga
5,22).
218.âLa paz social no puede entenderse como
un irenismo o como una mera ausencia de vio-
lencia lograda por la imposición de un sector so-
bre los otros. También serÃa una falsa paz aquella
que sirva como excusa para justificar una organi-
zación social que silencie o tranquilice a los más
pobres, de manera que aquellos que gozan de los
mayores beneficios puedan sostener su estilo de
vida sin sobresaltos mientras los demás sobrevi-
ven como pueden. Las reivindicaciones sociales,
que tienen que ver con la distribución del ingre-
so, la inclusión social de los pobres y los dere-
chos humanos, no pueden ser sofocadas con el
pretexto de construir un consenso de escritorio o
una efÃmera paz para una minorÃa feliz. La digni-
dad de la persona humana y el bien común están
por encima de la tranquilidad de algunos que no
quieren renunciar a sus privilegios. Cuando es-
tos valores se ven afectados, es necesaria una voz
profética.
219.âLa paz tampoco « se reduce a una ausencia
de guerra, fruto del equilibrio siempre precario
de las fuerzas. La paz se construye dÃa a dÃa, en