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     des, también aparecen numerosas dificultades 
    
 
     
     para el pleno desarrollo de la vida de muchos. 
    
 
     
     Esta contradicción provoca sufrimientos lace- 
    
 
     
     rantes. En muchos lugares del mundo, las ciuda- 
    
 
     
     des son escenarios de protestas masivas donde 
    
 
     
     miles de habitantes reclaman libertad, participa- 
    
 
     
     ción, justicia y diversas reivindicaciones que, si 
    
 
     
     no son adecuadamente interpretadas, no podrán 
    
 
     
     acallarse por la fuerza. 
    
 
     
     75.âNo podemos ignorar que en las ciudades 
    
 
     
     fácilmente se desarrollan el tráfico de drogas y de 
    
 
     
     personas, el abuso y la explotación de menores, el 
    
 
     
     abandono de ancianos y enfermos, varias formas 
    
 
     
     de corrupción y de crimen. Al mismo tiempo, lo 
    
 
     
     que podrÃa ser un precioso espacio de encuen- 
    
 
     
     tro y solidaridad, frecuentemente se convierte en 
    
 
     
     el lugar de la huida y de la desconfianza mutua. 
    
 
     
     Las casas y los barrios se construyen más para 
    
 
     
     aislar y proteger que para conectar e integrar. La 
    
 
     
     proclamación del Evangelio será una base para 
    
 
     
     restaurar la dignidad de la vida humana en esos 
    
 
     
     contextos, porque Jesús quiere derramar en las 
    
 
     
     ciudades vida en abundancia (cf. 
    
 
     
      Jn  
    
 
     
     10,10). El sen- 
    
 
     
     tido unitario y completo de la vida humana que 
    
 
     
     propone el Evangelio es el mejor remedio para 
    
 
     
     los males urbanos, aunque debamos advertir que 
    
 
     
     un programa y un estilo uniforme e inflexible de 
    
 
     
     evangelización no son aptos para esta realidad. 
    
 
     
     Pero vivir a fondo lo humano e introducirse en 
    
 
     
     el corazón de los desafÃos como fermento testi- 
    
 
     
     monial, en cualquier cultura, en cualquier ciudad, 
    
 
     
     mejora al cristiano y fecunda la ciudad.