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quedó al costado del camino. A veces es como
el padre del hijo pródigo, que se queda con las
puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda
entrar sin dificultad.
47.âLa Iglesia está llamada a ser siempre la casa
abierta del Padre. Uno de los signos concretos
de esa apertura es tener templos con las puertas
abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien
quiere seguir una moción del EspÃritu y se acerca
buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad
de unas puertas cerradas. Pero hay otras puer-
tas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden
participar de alguna manera en la vida eclesial,
todos pueden integrar la comunidad, y tampo-
co las puertas de los sacramentos deberÃan ce-
rrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre
todo cuando se trata de ese sacramento que es
«âla puerta », el Bautismo. La EucaristÃa, si bien
constituye la plenitud de la vida sacramental, no
es un premio para los perfectos sino un generoso
remedio y un alimento para los débiles.
51
Estas
51
âCf. S
an
A
mbrosio
,
De Sacramentis,
IV, 6, 28
: PL
16, 464:
« Tengo que recibirle siempre, para que siempre perdone mis
pecados. Si peco continuamente, he de tener siempre un
reme-
dio
»;
ibÃd.,
IV, 5, 24:
PL
16, 463: «El que comió el maná murió;
el que coma de este cuerpo obtendrá el perdón de sus pecados »;
S
an
C
irilo de
A
lejandrÃa
,
In Joh. Evang
. IV, 2:
PG
73, 584-585:
«Me he examinado y me he reconocido indigno. A los que asÃ
hablan les digo: ¿Y cuándo seréis dignos? ¿Cuándo os presen-
taréis entonces ante Cristo? Y si vuestros pecados os impiden
acercaros y si nunca vais a dejar de caer â
¿quién conoce sus delitos?
,
dice el salmoâ, ¿os quedaréis sin participar de la santificación
que vivifica para la eternidad? ».