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precariamente el dÃa a dÃa, con consecuencias fu-
nestas. Algunas patologÃas van en aumento. El
miedo y la desesperación se apoderan del corazón
de numerosas personas, incluso en los llamados
paÃses ricos. La alegrÃa de vivir frecuentemente
se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen,
la inequidad es cada vez más patente. Hay que
luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca
dignidad. Este cambio de época se ha generado
por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos,
acelerados y acumulativos que se dan en el desa-
rrollo cientÃfico, en las innovaciones tecnológicas
y en sus veloces aplicaciones en distintos campos
de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del
conocimiento y la información, fuente de nuevas
formas de un poder muchas veces anónimo.
No a una economÃa de la exclusión
53.âAsà como el mandamiento de « no matar »
pone un lÃmite claro para asegurar el valor de la
vida humana, hoy tenemos que decir « no a una
economÃa de la exclusión y la inequidad ». Esa
economÃa mata. No puede ser que no sea noticia
que muere de frÃo un anciano en situación de calle
y que sà lo sea una caÃda de dos puntos en la bolsa.
Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se
tire comida cuando hay gente que pasa hambre.
Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del jue-
go de la competitividad y de la ley del más fuerte,
donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia de esta situación, grandes masas de
la población se ven excluidas y marginadas: sin