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     tados, encargados de velar por el bien común. Se 
    
 
     
     instaura una nueva tiranÃa invisible, a veces vir- 
    
 
     
     tual, que impone, de forma unilateral e implaca- 
    
 
     
     ble, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus 
    
 
     
     intereses alejan a los paÃses de las posibilidades 
    
 
     
     viables de su economÃa y a los ciudadanos de su 
    
 
     
     poder adquisitivo real. A todo ello se añade una 
    
 
     
     corrupción ramificada y una evasión fiscal egoÃs- 
    
 
     
     ta, que han asumido dimensiones mundiales. El 
    
 
     
     afán de poder y de tener no conoce lÃmites. En 
    
 
     
     este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en or- 
    
 
     
     den a acrecentar beneficios, cualquier cosa que 
    
 
     
     sea frágil, como el medio ambiente, queda inde- 
    
 
     
     fensa ante los intereses del mercado divinizado, 
    
 
     
     convertidos en regla absoluta. 
    
 
     
      No a un dinero que gobierna en lugar de servir  
    
 
     
     57.âTras esta actitud se esconde el rechazo de 
    
 
     
     la ética y el rechazo de Dios. La ética suele ser 
    
 
     
     mirada con cierto desprecio burlón. Se considera 
    
 
     
     contraproducente, demasiado humana, porque 
    
 
     
     relativiza el dinero y el poder. Se la siente como 
    
 
     
     una amenaza, pues condena la manipulación y la 
    
 
     
     degradación de la persona. En definitiva, la ética 
    
 
     
     lleva a un Dios que espera una respuesta com- 
    
 
     
     prometida que está fuera de las categorÃas del 
    
 
     
     mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios 
    
 
     
     es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, 
    
 
     
     por llamar al ser humano a su plena realización 
    
 
     
     y a la independencia de cualquier tipo de esclavi- 
    
 
     
     tud. La ética âuna ética no ideologizadaâ per-