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de oportunidades, las diversas formas de agre-
sión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo
que tarde o temprano provocará su explosión.
Cuando la sociedad âlocal, nacional o mun-
dialâ abandona en la periferia una parte de sÃ
misma, no habrá programas polÃticos ni recursos
policiales o de inteligencia que puedan asegurar
indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede
solamente porque la inequidad provoca la reac-
ción violenta de los excluidos del sistema, sino
porque el sistema social y económico es injusto
en su raÃz. Asà como el bien tiende a comunicar-
se, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a
expandir su potencia dañina y a socavar silencio-
samente las bases de cualquier sistema polÃtico
y social por más sólido que parezca. Si cada ac-
ción tiene consecuencias, un mal enquistado en
las estructuras de una sociedad tiene siempre un
potencial de disolución y de muerte. Es el mal
cristalizado en estructuras sociales injustas, a par-
tir del cual no puede esperarse un futuro mejor.
Estamos lejos del llamado « fin de la historia », ya
que las condiciones de un desarrollo sostenible y
en paz todavÃa no están adecuadamente plantea-
das y realizadas.
60.âLos mecanismos de la economÃa actual
promueven una exacerbación del consumo, pero
resulta que el consumismo desenfrenado unido
a la inequidad es doblemente dañino del tejido
social. Asà la inequidad genera tarde o temprano
una violencia que las carreras armamentistas no
resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para