Lumen Fidei - page 40

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31. Solamente así, mediante la encarnación,
compartiendo nuestra humanidad, el conoci-
miento propio del amor podía llegar a plenitud.
En efecto, la luz del amor se enciende cuando
somos tocados en el corazón, acogiendo la pre-
sencia interior del amado, que nos permite re-
conocer su misterio. Entendemos entonces por
qué, para san Juan, junto al ver y escuchar, la fe
es también un tocar, como afirma en su prime-
ra Carta: « Lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros propios ojos […] y palparon
nuestras manos acerca del Verbo de la vida » (
1
Jn
1,1). Con su encarnación, con su venida en-
tre nosotros, Jesús nos ha tocado y, a través de
los sacramentos, también hoy nos toca; de este
modo, transformando nuestro corazón, nos ha
permitido y nos sigue permitiendo reconocerlo
y confesarlo como Hijo de Dios. Con la fe, no-
sotros podemos tocarlo, y recibir la fuerza de su
gracia. San Agustín, comentando el pasaje de la
hemorroísa que toca a Jesús para curarse (cf.
Lc
8,45-46), afirma: « Tocar con el corazón, esto es
creer ».
26
También la multitud se agolpa en tor-
no a él, pero no lo roza con el toque personal de
la fe, que reconoce su misterio, el misterio del
Hijo que manifiesta al Padre. Cuando estamos
configurados con Jesús, recibimos ojos adecua-
dos para verlo.
26
Sermo
229/L, 2:
PLS
2, 576:
« Tangere autem corde, hoc est
credere ».
1...,30,31,32,33,34,35,36,37,38,39 41,42,43,44,45,46,47,48,49,50,...88
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