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todas nuestras relaciones humanas, que pueden
ser vividas en unión con el amor y la ternura de
Cristo.
33.âÂÂEn la vida de san AgustÃn encontramos
un ejemplo significativo de este camino en el
que la búsqueda de la razón, con su deseo de
verdad y claridad, se ha integrado en el hori-
zonte de la fe, del que ha recibido una nueva
inteligencia. Por una parte, san AgustÃn acepta
la filosofÃa griega de la luz con su insistencia en
la visión. Su encuentro con el neoplatonismo
le habÃa permitido conocer el paradigma de la
luz, que desciende de lo alto para iluminar las
cosas, y constituye asà un sÃmbolo de Dios. De
este modo, san AgustÃn comprendió la trascen-
dencia divina, y descubrió que todas las cosas
tienen en sà una trasparencia que pueden reflejar
la bondad de Dios, el Bien. Asà se desprendió
del maniqueÃsmo en que estaba instalado y que
le llevaba a pensar que el mal y el bien luchan
continuamente entre sÃ, confundiéndose y mez-
clándose sin contornos claros. Comprender que
Dios es luz dio a su existencia una nueva orien-
tación, le permitió reconocer el mal que habÃa
cometido y volverse al bien.
Por otra parte, en la experiencia concreta
de san AgustÃn, tal como él mismo cuenta en
sus
Confesiones
, el momento decisivo de su cami-
no de fe no fue una visión de Dios más allá de
este mundo, sino más bien una escucha, cuando
en el jardÃn oyó una voz que le decÃa: « Toma