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y lee »; tomó el volumen de las Cartas de san
Pablo y se detuvo en el capÃtulo decimotercero
de la Carta a los Romanos.
28
HacÃa acto de pre-
sencia asà el Dios personal de la Biblia, capaz de
comunicarse con el hombre, de bajar a vivir con
él y de acompañarlo en el camino de la historia,
manifestándose en el tiempo de la escucha y la
respuesta.
De todas formas, este encuentro con el
Dios de la Palabra no hizo que san AgustÃn
prescindiese de la luz y la visión. Integró ambas
perspectivas, guiado siempre por la revelación
del amor de Dios en Jesús. Y asÃ, elaboró una
filosofÃa de la luz que integra la reciprocidad
propia de la palabra y da espacio a la libertad de
la mirada frente a la luz. Igual que la palabra re-
quiere una respuesta libre, asà la luz tiene como
respuesta una imagen que la refleja. San Agus-
tÃn, asociando escucha y visión, puede hablar
entonces de la « palabra que resplandece dentro
del hombre ».
29
De este modo, la luz se convier-
te, por asà decirlo, en la luz de una palabra, por-
que es la luz de un Rostro personal, una luz que,
alumbrándonos, nos llama y quiere reflejarse en
nuestro rostro para resplandecer desde dentro
de nosotros mismos. Por otra parte, el deseo de
la visión global, y no sólo de los fragmentos de
la historia, sigue presente y se cumplirá al final,
cuando el hombre, como dice el Santo de Hipo-
28
âÂÂCf.
Confessiones
, VIII, 12, 29:
PL
32, 762.
29
De Trinitate,
XV, 11, 20:
PL
42, 1071:
«Verbum quod intus
lucet ».