Lumen Fidei - page 46

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buscan, que dejarse encontrar? Y antes incluso
de Henoc, tenemos la figura de Abel, cuya fe es
también alabada y, gracias a la cual el Señor se
complace en sus dones, en la ofrenda de las pri-
micias de sus rebaños (cf.
Hb
11,4). El hombre
religioso intenta reconocer los signos de Dios en
las experiencias cotidianas de su vida, en el ciclo
de las estaciones, en la fecundidad de la tierra y
en todo el movimiento del cosmos. Dios es lu-
minoso, y se deja encontrar por aquellos que lo
buscan con sincero corazón.
Imagen de esta búsqueda son los Magos,
guiados por la estrella hasta Belén (cf.
Mt
2,1-12).
Para ellos, la luz de Dios se ha hecho camino,
como estrella que guía por una senda de descu-
brimientos. La estrella habla así de la paciencia de
Dios con nuestros ojos, que deben habituarse a
su esplendor. El hombre religioso está en camino
y ha de estar dispuesto a dejarse guiar, a salir de
sí, para encontrar al Dios que sorprende siempre.
Este respeto de Dios por los ojos de los hombres
nos muestra que, cuando el hombre se acerca a
él, la luz humana no se disuelve en la inmensidad
luminosa de Dios, como una estrella que desapa-
rece al alba, sino que se hace más brillante cuanto
más próxima está del fuego originario, como es-
pejo que refleja su esplendor. La confesión cris-
tiana de Jesús como único salvador, sostiene que
toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en
su « vida luminosa », en la que se desvela el origen
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